domingo, 30 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales (parte 10)

Al día siguiente le echaría la culpa al alcohol pero hoy creo que la locura habría sido no haberlo hecho. Nuestras bocas se fundieron en un beso que nos hizo volver a nacer.
Sus labios se dejaron caer tiernamente sobre los míos, como una mariposa que se posa suavemente sobre una flor. Las dos recorrimos lentamente nuestras bocas. Nuestras lenguas eran turistas extasiados ante una maravillosa ciudad. Nada nos había preparado para tanta belleza. La confianza fue creciendo de la mano de la pasión.
Yo ya había besado antes a personas de ambos géneros, pero ningún beso pudo siquiera parecerse a aquel. Todo su esplendor se desplegó ante mí en solo un instante, como se expanden los colores en el horizonte en un amanecer. Su hermosura era tanta que sobrecogía. Si no fuera porque sentía bajo mis manos el tacto de una piel de una suavidad prohibida habría creído que estaba soñando. Ella misma, sus movimientos, su seguridad… tenían encerrados en su ser la perfección de lo onírico.
Su cuerpo era un nuevo mundo que recorrer, totalmente diferente al masculino y mucho más interesante. Un nuevo paraíso rico en nuevas experiencias, en nuevas posibilidades, en nuevos sueños que soñar. Su piel se extendía hasta lo inimaginable y cada trozo escondía mil secretos.
Sus propias caricias eran mucho más penetrantes que todas las que antes había experimentado. Eran tiernas, pero sensuales; suaves, pero exactas. Sentía sus pequeñas uñas recorriendo ligeramente mi piel, como mansos rastrillos que marcaban el terreno donde se cultivaría un nuevo amor. Porque era el tiempo de la cosecha, el momento de sembrar nuestras ilusiones y nuestras ganas de cambiar el mundo.
El molino fue testigo de uno de los momentos más intensos de nuestras vidas. Cuando nuestro ritual hubo acabado, ella me miró, aún sonrojada, con esos ojos verdes que llevaban un rato cerrados de placer.
-Esto es lo que yo necesitaba, marcar mi propio camino. Gracias por ayudarme a encontrar mi senda.
-Laura, no todo es tan sencillo.
-Sí lo es, es la cosa más fácil del mundo. Yo te quiero y tú me quieres. Podemos ser felices Sara, podemos tener una historia juntas, una historia en la que tú ya te has convertido en mi princesa. No tengo ganas de príncipes que se convierten en sapos al besarlos, de ogros vestidos de caballero. Que dices tú? Quieres que empecemos a contar la historia?
No lo pensé. Ella tenía razón, yo la quería. En ese momento, encerrada con ella en nuestro improvisado castillo de ilusión no tenía dudas.
-Será un honor Laura.
El sonido de mi móvil nos despertó de nuestro sueño. Mi madre estaba realmente enfadada porque aún no había llegado a casa y nadie sabía dónde estaba. Intercambiamos rápidamente nuestros números de teléfono. Con un último y fugaz beso, mucho más ligero que el primero, me despedí de Laura sin decir nada más.
En el camino a casa las cosas se fueron poniendo poco a poco en su sitio. Ese día todo había sido muy extraño, demasiado extraño. Los sucesos se reproducían en mi cabeza como si acabase de ver una película muy impactante. Los pensamientos me hicieron levantar dolores de cabeza. Intenté relajarme y dejar el tema pero Laura, mi recién estrenada novia, no quería salir de mi cabeza.
Esa noche me dormí pensando en ella.
Solo a la mañana siguiente me di cuenta de que había cometido una locura.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales (parte 9)

Al cabo de un tiempo ella se levantó y me llevó de la mano a un río. Yo había estado mil veces y lo cierto es que allí nada había cambiado. El tiempo parecía quedarse atascado entre las frondosas hojas de aquellos árboles.
Entramos en el viejo molino y nos sentamos dentro. Sus piedras húmedas y frías nos refrescaron del calor de aquella tarde.
-Sabes, Sara, en este molino fue donde recibí mi primer beso.
-Quieres decir… el de tu primer amor?
-Sí, el de mi primer desamor… Sabes, a veces siento que estoy buscando el amor del modo equivocado, que mi brújula se ha roto en el medio del recorrido. A veces siento que el camino de pronto ya no está tan claro. Desde aquel beso han venido muchos otros y ninguno me ha transmitido nada.
-De verdad crees que ningún chico te ha marcado? No has sentido nunca que estabas en el cielo porque tienes a tu lado un ángel? Nunca has sentido, espesa, entre tus labios correr la felicidad? Nunca te has prometido que no volverías a querer a otra persona?
-No. De hecho cada vez que pasa el tiempo odio más a los tíos. He llegado a dudar de mi heterosexualidad.
-Yo ya he descubierto que no lo soy hace tiempo que no lo soy.
Ella levantó tanto las cejas que pensé que se le saldrían los ojos de las cuencas, que se quedaría en mis manos rodando como dos preciosas canicas de esmeralda.
-Lo dices en serio?
De pronto empecé a dudar sobre si sería homófoba.
-Claro, para qué iba a bromear?
-No lo sé, es raro que lo sueltes tan ligeramente.
-Le doy la importancia que tiene. Ni me avergüenzo ni estoy orgullosa de ello. Es una simple cuestión de gustos. Ha salido en la conversación y no sé porque tengo que ocultarlo.
-Pero…. Tú tenías novio, no puedes ser lesbiana.
-No soy lesbiana. Soy bisexual.
Ella se calló. Empecé a repasar una a una todas las contestaciones extrañas que la gente me había soltado al desvelarle mi tendencia sexual , todas igual de ridículas. Desde los masculinos “que guay, hacemos un trío?” a los femeninos “ entonces yo te pongo?” pasando por los vulgares “así que te da igual lo que te metan por el coño” o “eres una viciosilla eeh”. Esperé la nueva idiotez que añadir a mi lista. Pero ella solo me contestó:
-Es extraño.
-Sabes, para mí lo importante no es el sexo. La belleza, igual que no entiende de colores, de edades, de sectores económicos, no separa a los sexos. El mundo masculino y el femenino son ciertamente distintos y cada uno tiene aspectos que me gustan y disgustan. A la hora de querer yo me enamoró de una persona y no de lo que tiene o deja de tener entre las piernas.
-Debes de tener un corazón enorme. Las personas que te tengan deberían ser muy afortunadas.
Mis sospechas se disiparon y delante de mí volvió a aparecer la maravillosa Laura que me había cautivado desde la primera conversación.
-No te creas. Una cosa es hablar, pero no siempre es tan sencillo defender tu postura. Yo daría mi vida por defender la aceptación de las personas que tienen tendencias sexuales diferentes, pero sin embargo a veces me cuesta aceptarme a misma. Es difícil que todo el mundo te vea como una extraña, que te miren cuando te estás besando con tu novia, que lleguen a gritarte. Es muy complicado tener que esconder tu situación delante de tu familia, tener que fingir delante del instituto…
-Sara, deja de dar escusas. El amor lo puede vencer todo. Da igual que a veces seamos nosotros los vencidos, hay batallas que merece la pena luchar.
Esas palabras me dolieron como puñales porque yo misma las había escuchado en boca de otra persona que me había prometido amor falso. Sin embargo, en ese momento ya nada importaba. El molino se había transformado de pronto en un santuario de pasiones, en un templo pagano al margen del mundo.
Laura me lanzó una mirada juguetona que brilló con la luz de mil estrellas encendidas. Se arrastró hacia mi lado hasta que nuestras caras quedaron a una misma altura. Mordió sensualmente su labio. Las dos respirábamos agitadamente. Las dos nos mirábamos con ansia, redescubriendo unos cuerpos que pedían a gritos ser amados. Su voz sonó susurrante como si de pronto fuese una sensual serpiente.
-Acaso piensas dejar que sea el público quien decida el final de esta obra?
-No lo tengo demasiado claro. La protagonista tiene miedo.
-Te diré de lo que tengo yo miedo. Tengo miedo de que la vida se acabe antes de haber empezado a vivir de verdad. Si tiene que haber un inicio, no hay mejor lugar que aquí, no hay mejor tiempo que ahora.
Su belleza crecía a cada instante. La pasión se contenía como un volcán que entraría inevitablemente en erupción. “Sara, no estás preparada, no estás aún preparada, no lo hagas”, gritaba la poca cordura que aún me quedaba, cuya débil voz era eclipsada por los furiosos latidos de mi corazón.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales(parte 8)

-Qué coño haces aquí, zorra? –tenía un aspecto violento, estaba cabreado y había bebido. La combinación era tremendamente peligrosa.
-Solo estaba bailando, que coño te importa a ti?-fui yo la que contesté, debido a que Laura estaba demasiado ocupada intentando soltarse.
-Y tú quien eres?- el hombre parecía enterarse de pronto de mi presencia. Soltó a Laura, que salió corriendo del bar. Yo estuve a punto de ir tras ella, pero mi infinito orgullo me decía que no podía escaparme de una discusión.
-Soy una amiga de Laura. Quien eres tú?
-Soy su novio y no entiendo por qué tiene que pasar las fiestas con otra gente.
-Laura no tiene novio. Cortó hoy por teléfono con su ex.
-Así que ya lo ha ido predicando. Puta zorra, ojalá la violen tres viejos con sida a ver si aprende a no joderle la vida al resto del mundo.
Quizá fue el alcohol quien me dio el valor, pero lo cierto es que no podía permitir que ese cerdo machista dijese eso de una persona tan especial. Me acerqué a él y le pegué una bofetada que sonó por encima de la música. La gente se dio la vuelta y se rio al ver el panorama.
-Me das pena. Deberías besar el suelo que ella pisa.
Entonces si me largué del bar a buscarla. Dediqué a esa búsqueda bastante tiempo. Cuando ya iba a rendirme y condenar a nuestra historia a ser simplemente una extraña anécdota que contar, se me ocurrió llamar a Teo para preguntarle si la había visto.
-Sara! Ya me echabas de menos la NASA?
-Jajaja. Calla Teo, solo quería saber si has visto a Laura. Dejemos las constelaciones para otro día.
-Pero vamos a ver astronauta, primero me tendrás que decir quién es Laura.
-A ver es la tía que estaba conmigo antes, a la que no le vendiste lo que te pidió.
-Tu amiga la rubia? Está en una esquina del bar. Pensé que habíais discutido, se la ve triste.
-Ahora mismo nos vemos. Me voy a pasar por el bar.
El camino no fue demasiado largo, pero mis prisas y mis tacones hicieron que me pareciese infinito.
Nada más llegar, saludé a Teo con la mano. Él puso una cara de visible decepción al ver que me iba a una esquina a hablar con Laura.
Al verla me sentí de pronto derrotada. No estaba llorando y sin embargo transmitía la más absoluta tristeza. Sus ojos, brillantes de lágrimas reprimidas, parecían más que nunca un mar verde. Me miró y fue como si no me viera, como si su mirada traspase toda materia. Estaba sentada en la mesa que quedaba más lejos de la barra. No tenía ganas de tonterías. Se acariciaba unas muñecas delgadas que se veía de un color más rojo de lo normal. Sus perfectos tirabuzones estaban descolocados y deshechos por la carrera que seguramente había mantenido. Al apartar el pelo de su cuello vi que tenía marcas moradas de dedos, marcas que no eran recientes. Eran las cenizas que dejaba una pasión al derretirse, era el cadáver de un proyecto de amor, eran las huellas del miedo.
No dije nada. No había nada que decir.
Simplemente me senté a su lado y empecé a peinar su pelo con mis dedos, a volver a colocarle la raya y el flequillo. Al principio parecía no percatarse de nada. Al cabo de unos minutos apoyó su cabeza en mi hombro. Nos dimos un abrazo que, en cierto modo, las dos estábamos necesitando. Un abrazo que era guarida, pero no jaula. Un abrazo que daba calor pero no quemaba. Un abrazo que era cercano, pero no asfixiaba.
-Gracias por todo Sara.
Yo la mecí en mis brazos como si fuera una niña asustada… como lo que ella era.
-No tienes por qué dármelas.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales (parte 7)

Lo observé con la mirada más seductora que mis brillantes ojos oscuros me permitían sostener. Apreté el cinturón de mi vestido suavemente para que percibiera mis curvas. Acaricié mi pelo mientras improvisaba mi guión, divertida. Laura me miraba también interesada. “Sí que me lo tomo en serio” -tuve que hacer un esfuerzo para no reír.- “La comedia empieza”
-Hola-dijo el camarero, servicial e interesado.- Qué te pongo?
-Me pones… me pones cachonda guapo-mi voz intentaba ser seductora, pero lo cierto es que me estaba muriendo de risa.
Él no percibió mi diversión. Se rió rápidamente y se acercó a mi cuello. Me moví ligeramente,para evitar que nuestras bocas se juntaran.
-Tú tampoco estás mal cielo. Qué haces después de las 10? Ahora estoy trabajando.
Giré disimuladamente mi cabeza para mirar a lo lejos a Laura. Ella tenía una mano en la boca para disimular su risa. Con la otra me hizo señas de que continuase. Lo había escuchado.
-Mmmm… pues esta noche seguramente daré una vuelta por aquí –fue lo primero que se me ocurrió.
-De noche… perfecto. Sabes, yo tengo un telescopio que te podría hacer ver las estrellas.
Su ridícula grosería me hizo una gracia bestial. No podía seguir fingiendo.
-Jajaja. Como sigas diciendo burradas las estrellas las vas a ver tú en pleno día de la patada que te voy a dar el telescopio.
Él puso una cara de miedo, pero rápidamente empezó a reír. Laura se deshacía en carcajadas.
-Sabes Teo-decidí lanzarme a comprobar si era mi amigo.- esto era solo una apuesta con esa loca de ahí detrás.
-Las dos estáis como cabras-sentenció él, recordando a la Lolita que había intentado seducirlo por un Martini. De pronto el asombro se agolpó en su cara-Cómo sabes mi nombre?
Laura también estaba sorprendida.
-Soy Sara. Cuando teníamos 5 años jugábamos juntos.
-De verdad? Joder, como has cambiado tía. Y que buena estás ahora!
-Gracias-sonreí.
-Ahora en serio… qué haces esta noche? Prometo tener el telescopio guardado.
-Jajaja. Sabes, creo que ni siquiera voy a estar por aquí esta noche.
-Vaya… entonces dame tu teléfono y ya te llamaré para quedar algún día.
Me despedí de Teo. Laura me miraba con admiración.
-Tú sí que eres una diosa.
-No! Solo una simple sacerdotisa.
-Aún tienes mucho que enseñarme. Has sabido usar tus armas con una corrección increíble. Sabes que es lo que no te fallará nunca.
-De verdad ? Y qué es ?
-Pues desde luego, tienes un cuerpo brutal y sabes el efecto que este causa en los hombres. Aparte tienes una mirada muy penetrante y oscura. Y, por supuesto, tienes una imaginación y un ingenio innatos. Pero eso tú ya lo sabes.
Yo no lo sabía y se me antojó extraña esa visión sobre mí misma.
-No lo tengo todo tan claro como crees.
-Sí lo tienes. Así podrás conseguir a la persona que quieras.
-Últimamente me pasa lo contrario. Aquellos chicos que quiero conseguir se me escapan y sin embargo vienen como moscas aquellos en los que no estoy interesada. Ahora mismo creo que me sobra el cromosoma Y.
Ella se rió.
-Pues, como viste, a mí también. Así que prepárate para un día sin chicos.
-Es lo que estaba esperando.
Lo primero que hicimos fue buscar alcohol, tarea que no resultó tan fácil como yo imaginaba. En ningún sitio nos lo vendían y habíamos decidido que esa vez no consentiríamos que ningún chico nos invitase. Ese día no queríamos rendirle cuentas a nadie.
De pronto me acordé de que había sobrado Lambrusco del mediodía. A ninguna de las dos nos gustaba el vino solo así que empezamos a mezclarlo con coca-cola.
-Lo llamaremos “calimochusco”-propuso Laura.
-Será un éxito de vendas. Está buenísimo.
Juntas comenzamos una odisea de pubs. Bailábamos, cantábamos, bebíamos (no demasiado, puesto que nuestras reservas eran limitadas) y rechazábamos a todos los hombres que se nos acercaban, que esa noche fueron bastantes.
El sol aún brillaba, pero la fiesta era imparable y salvaje. Las anécdotas ese día se contaron por cientos, las risas por miles, la felicidad por metro cuadrado era infinita. Nuestras sonrisas se alargaban tanto que parecían querer escaparse de la cara y seguir extendiéndose en el aire.
Pero la alegría siempre es pasajera. En un momento determinado, Laura y yo entramos en nuestro enésimo bar. Ninguna de las dos había estado nunca allí. Era un local moderno que contrastaba con los vecinos. La decoración era muy novedosa.
Bailando, totalmente borracho, reconocí a un primo mío, el mismo que había perdido la noche que encontré a Laura. Lo llamé y lo convencimos para que nos invitase a beber. Empezamos a bromear con él. Pronto, él decidió que nos haría un “striptease”. Se quitó el cinturón y comenzó a darle vueltas imitando a un vaquero con su nudo. Nosotras nos reíamos. Se acercó a nosotras y, en un giro rápido y fuerte le tiró a Laura de la mano el vaso. El estruendo quedó apagado entre la música. Laura se agachó a coger una pulsera que también había salido despedida.
Yo vi que, de espaldas a ella, se acercaba un chaval de unos 20 años. Pensé que vendría a ligar hasta que vi la cara que Laura ponía al verlo.
Él la agarró fuertemente de las manos y empezó a gritar.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales (parte 6)

No dijimos nada más. Yo me levanté de la mesa y ella dejó al atónito camarero. Nos fundimos en un abrazo silencioso y fuerte y nos marchamos del local para observarnos mejor a plena luz del día.
Ella también había cambiado bastante. Seguía conservando su fantástica melena y sus ojos verdes de infarto, sin embargo sus facciones eran muy distintas a como yo las recordaba. Tenía una boca pequeña, de labios finos pero sensuales. Sus cejas se arqueaban rubias, como un marco de oro para esa obra de arte natural que era su mirada. Su nariz era, quizá, algo más grande de lo que requeriría la belleza clásica, sin embargo otorgaba mucha personalidad a su rostro. “Sí tuviese una nariz pequeña, la perfección de su cara dañaría la vista-pensé.- Ese pequeño defecto destaca aún más sus numerosas virtudes”. No había crecido demasiado: yo con mi estatura media la miraba desde arriba. Su cuerpo delgado y liso destacaba con mi figura curvilínea. No llevaba puesto ninguna prenda de fiesta a pesar de que ese era un día especial. Sin embargo, los vaqueros y la camiseta que llevaba le daban un aire casual que le sentaba muy bien a su aspecto natural pero fascinante.
Las dos nos observamos durante mucho tiempo. Sin vergüenza y en silencio. Llegado un punto, nos miramos a los ojos y dijimos al unísono:
-Estás preciosa, pero has cambiado muchísimo.
Nos reímos y el silencio volvió. Yo me decidí a hablar.
-No me refiero solo a lo físico, que es obvio después de tanto tiempo. Has cambiado por dentro también.
-Ah sí?- exclamó divertida.-y en qué lo notas, si casi no hemos hablado?
-Ahora ya no vistes como antes por ejemplo.
-Me he dado cuenta de que no necesito modelazos impresionantes para llamar la atención.
-Sí. Se te nota más segura de ti misma. Sabes cómo sacarte partido. He visto como usabas esas dos armas letales-dije mirándola a los ojos.
-Sin embargo yo a ti te veo menos segura.
-Eso no es cierto!-dije sorprendida.
-Sí lo es. Creo que tú has olvidado cuáles son tus puntos fuertes.
-Pues yo creo que tengo más confianza en mí misma.
-Entonces entra ahí y haz que a ese camarero se le caiga la baba.
Estuve a punto de negarme, sin embargo, no tenía nada que perder. Podría ser esa una forma de entablar conversación con mi supuesto ex amigo, que nos miraba desde dentro del bar con cara de curiosidad. Él estaba aburrido, yo necesitaba diversión y Laura necesitaba renovar su ilusión en mí.

“Lánzate Sara, no tienes nada que perder”.
Sin decir ni una palabra volví a entrar en el bar.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales (parte 5)

La mañana siguiente, llegué a dudar si Laura de verdad existía o solo era un extraño sueño. Pero ni siquiera mi imaginación podría haber creado una persona tan especial, me dije.
Pasaron los días, las semanas, los meses… y durante un tiempo que se me hizo eterno mi única obsesión era volver a verla.
Volví una y otra vez al lugar donde la había conocido, ese lugar donde el bullicio ensordecía y la multitud abrumaba. Estaba desierto. En mi interior gritaban todas las preguntas que se me había olvidado hacerle, todas las contestaciones que no llegué a darle, todos los elogios hacia ella que me había guardado. A veces sentía que iba a reventar de tanto sentimiento.
Las ansias del momento se fueron quedando atrás. Pasaron los años y casi llegué a olvidarla. De vez en cuando, su recuerdo volvía a mí, pero ya totalmente desapasionado. Eso sí, cada vez que me acordaba de nuestras contestaciones, de sus ojos, de su pelo, una sonrisa se apoderaba inevitablemente de mi cara. Me preguntaba si ella se acordaría aún de mí y de esa noche.
-Probablemente no.-me susurraba mi parte más realista.- Han pasado años, ella estaba bebiendo y además, seguramente salga muy a menudo. Fue muy poco tiempo de conversación.
-También lo fue para mí- susurraba mi esperanza- y sin embargo aún me acuerdo de cada palabra de esa conversación.
-Y qué más da!- me decía a mi misma.-aunque la encuentre ahora, ni siquiera nos reconoceríamos. El tiempo habrá pasado por encima de las dos, ya es imposible que volvamos a tener una conversación.
Como me suele ocurrir a menudo, me equivocaba...

-------------------------------------------------
El verano del 2008 acababa de empezar.
Yo acababa de sufrir el mayor desengaño de toda mi vida amorosa. En esos momentos, no tenía ningunas ganas de fiesta. Sin embargo, en mi familia se celebró una comida en la aldea debido a una celebración que allí había.
Era una de esas aldeas de interior despobladas casi totalmente. Allí no vivía, en quilómetros, nadie de mi edad. Sin embargo, se sumó a la verbena un montón de gente de mi edad.
Mi plan era sencillo: comer con mi familia y pasarme la tarde en el jardín mirando al cielo. Sin embargo, una vez allí cambié de opinión y decidí ir a la fiesta a comerme el mundo. Quería, de cierto modo, vengarme por todo lo que me había hecho él. Quería demostrarle (o demostrarme a mí misma) que era capaz de olvidar y de seguir adelante. Me puse un vestido corto, unos tacones largos y me dije a mi misma que ese era mi día. Antes de salir de casa me miré al espejo. “Cuanto has cambiado Sara!”, me dije mientras recordaba mi antigua apariencia. Las gafas se habían transformado en lentillas, el aparato en una dentadura perfecta, el pelo se había vuelto liso y brillante. Había crecido, adelgazado y hasta mi cara tenía una forma diferente. “Irreconocible”, me dije.
No llame a nadie porque en ese momento sentía que todo me sobraba. Sin embargo, al llegar allí empecé a sentirme sola. Me encontraba sin fuerza ni confianza y me vi obligada a cambiar de planes.
Decidí dirigirme al bar en el que (según me había contado una prima mía ese mismo día) trabajaba un amigo de mi infancia al que hacía años que no veía.
-Sí, me viene bien un plan como ese. Hablar del pasado y beber… Vaya fiesta más animada...
El bar era pequeño y estaba prácticamente vacío. En una mesa desgastada por el tiempo hablaban tres amigos animadamente. En la barra, con un móvil en la oreja, estaba una chica rubia vestida de forma casual. Mi amigo (supuse que era mi amigo, pues hacía años que no lo veía) estaba mirando una televisión que se podría calificar de muchas formas, pero no se podría definir como moderna. El ambiente era estancado y en absoluto festivo.
-Pero que estoy haciendo aquí? –me dije con aburrimiento.
Sin más me senté en una mesa cerca de la barra. No quería ligar, no quería beber, no quería nada. Solo quería rendirme, dejar de luchar, dejar de intentar ser distinta y descansar en esa vieja mesa de todos los golpes que me había dado la vida.
Desde la mesa escuchaba la conversación de la chica rubia. Deduje por sus palabras que estaba cortando con su pareja. Su tono de voz fue aumentando a la par que su ira. En el clímax de su violenta discusión descargó un par de insultos y colgó el teléfono. Yo pensaba que se iba a echar a llorar, sin embargo tragó con todo su rabia y se sentó en una de las banquetas altas de la barra. El camarero se acercó a ella.
-Querías algo?
-Sí, un Martini con piña. Muy cargado.
-Eres menor, no puedo venderte alcohol.
En su cara se dibujó un efímero sentimiento de confusión. Sin embargo, pronto su extrañeza se transformó en sensualidad. Se echó hacia adelante en la barra dejando que su columna adquiriera una voluptuoso curva parecida a la de los gatos al estirarse.
-Es cierto… no puedes vendérmelo. Pero quien dijo que no puedes invitarme?
El chico se sonrojó. Verdaderamente ella era muy sexy, pero él aún titubeaba. Ella lo percibió y sacó la que era su arma letal. Parpadeó y con sus largas pestañas alejaron las dudas. Su mirada ya no transmitía un ruego, sino una obligación. Porque ella sabía que nadie tendría fuerza a resistirse a sus ojos verdes.
La mandíbula inferior se me desencajó de la cara.
-Tú…- ella se volvió, olvidando por un momento su conjuro-eres…
-Sara... nunca pensé que te encontraría aquí.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales(parte 4)

-Verás, me pasa con la literatura lo mismo que me pasa con los tíos. Me encanta leerla y a menudo creo que podría intentarlo. Cuando tengo una idea en la cabeza, siempre empiezo con muchísima ilusión a escribirla, sin embargo me aburro antes de llegar a una parte verdaderamente importante, antes de llegar a crear nada que verdaderamente valga la pena contar, antes de alcanzar un punto en el que la historia pueda transcender para alguien... No sé si me sigues...
-Perfectamente, pero no estoy de acuerdo. Podrías crear pequeños relatos o poesías breves en vez de intentar escribir ya de entrada el novelón de tu vida. A veces, las relaciones más breves son las más intensas.
-Tampoco estoy hecha para esos pequeños devaneos. Los fuegos artificiales son preciosos, pero no llegan a calentar como una buena hoguera. Soy demasiado complicada. No sirvo para ir de flor en flor y no soy lo suficientemente constante como para mantener un invernadero.
Sus palabras me dejaron sorprendida, quizá por su sinceridad, quizá por su belleza, quizá porque empezaba a sentir verdadera tristeza por esa persona que, en tan pocas palabras, me había definido a mí misma. Todas mis contestaciones se me fueron de la boca.
-Lo siento-acerté a responder.-Pero entonces… que piensas hacer? Limitarte a una vida sin arte, sin pasión, sin poesía, sin amor? Que es lo que quieres? Hacia donde aspiras?
-No lo tengo claro. Hay caminos en los que no hay brújula posible y este es uno de ellos. Supongo que seguiré esperando encontrar a alguien, alguien del que de verdad no me canse, que me haga escribir mi historia, una historia que nunca me aburra de contar.
-Es un bonito reto. Ojalá se cumpla.
-Ojalá que no se cumpla. Prefiero seguir teniendo metas. Alguien dijo una vez “no hay camino a la felicidad, la felicidad es el camino”.
A lo lejos oí como alguien gritaba mi nombre. Era mi primo que, a raíz de sus devaneos amorosos, se había metido en algún problema. Era hora de irnos.
-Me voy a tener que marchar.
-Es una verdadera pena… Eres una persona que merecería la pena conocer. Pero yo no vivo aquí y creo que será difícil que volvamos a encontrarnos.
-Yo tampoco vivo aquí. De todos modos no creo que esta sea la última vez que nos veamos. Y cuando nos rencontremos, pienso comunicarte que sigo con mi novio
Ella se río. A mí hacía tiempo que me había dejado de importar él. La conversación había roto los esquemas de cómo conocía la realidad. Ella era una persona diferente de todas a las que yo conocía, ella era fascinante y única. Y lo mejor de todo es que yo me parecía a ella.
-Tienes muchas esperanzas. A ver si las sigues conservando para entonces.
-Solo una última pregunta antes de irme.-dije bruscamente.
-Dime.
-Sabes… hace tiempo que no voy a la escuela… Ya se me olvidaron los nombres de las diosas, pero me gustaría poder llamarla por su nombre cuando vuelva a verla.
-Jajajaja! Más te vale! Esta noche, entonces, reza por la diosa Laura. Me recuerdas el nombre de mi sacerdotisa?
-Su nombre es Sara.
-Es un nombre precioso.
-La verdad es que no me gusta demasiado. Es un nombre demasiado común. No es nombre de artista-bromeé.
-Para que quieres un nombre, si de artista ya tienes el alma entera?
-Gracias Laura.
-Chao Sara.
Tras esto nos dimos un abrazo cariñosamente ahogador y nos fuimos cada una por nuestro camino, sabiendo que pasarían años antes de que volviéramos a vernos… quizá tantos que ni siquiera nos reconoceríamos. Sin embargo, esa noche, mientras la veía marchar agitando sus preciosos cabellos rubios, me prometí que no moriría sin antes mover tierra y cielo para encontrarla una última vez.
Ella se percató de que la miraba y me sonrío. En ese momento supe que las dos estábamos pensando en la misma frase: “las miradas hacen cosquillas desde lejos”.

...


Nuestra ruptura se produjo solo una semana más tarde. Mis sueños y dudas no fueron compatibles con su inseguridad.
--------------------------------------------
Solo un pequeño apunte llegada esta parte de la historia. Me preguntarán algunos porque no le pedí su móvil. La respuesta es sencilla: esto ocurrió hace algunos años y yo ni siquiera tenía teléfono móvil. Pero… por qué entonces no le pedí el mail? Sencillamente, no se me ocurrió, aunque más adelante sabría que ella no tenía, de todas formas.

La frase en cursiva va dedicada a Malena y a sus haikus, que son la mejor muestra de que intensidad y brevedad pueden ir unidas.
Por cierto, si alguién sabe si hay algún modo de bloquear los comentarios a los blogger que molestan en mi blogspot, agradecería que se pusiesen en contacto conmigo. Gracias^^

domingo, 9 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales (parte 3)

No hubo tiempo de respuesta. Un chaval de unos 17 años se nos acercó con una mirada que intentaba ser seductora, pero que su borrachera transformaba en poco más que cómica.
-Eyyy guapas, como os llamáis?
Yo no tenía ganas de hablar con borrachos, de hecho, no tenía ganas de hablar con nadie. Me sentía derrotada. Iba a mandarlo a la mierda, pero la pitonisa se me adelantó.
-A ver niño, tu nunca fuiste a la escuela?
Yo no entendía lo que le estaba diciendo y parecía que el otro aún estaba más perdido.
-Sí, claro. Pero nunca fui mucho de estudiar y eso…
-Se nota. O acaso no te enseñaron en el colegio el nombre de las diosas?
Todas las penas se escaparon y empecé a reírme como nunca me había reído. Avergonzado, el chico se marchó sin entender demasiado lo que pasaba.
Ella me sonrío y descubrí entonces que era muy guapa. Verdaderamente, tenía cara de diosa griega. Lucía un pelo sano y brillante, de un color claro, casi rubio, que se retorcía en unos tirabuzones tan perfectos que parecían haber sido dibujados por un pintor renacentista. Tenía una boca pequeña, de labios bonitos y a través de los cuales asomaban unos dientes blancos en hilera perfecta. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus ojos, que eran de un color verde tan intenso que ni siquiera parecían humanos. Verdes… mis favoritos… El color de ojos de mi ex y, paradójicamente, el color de la esperanza.
Nos miramos mutuamente en un silencio turbado por gritos de fiesta hasta que volví a escuchar su voz.
-Tienes un cuerpo brutal cielo.
Sus palabras me sonaron extrañas. A mí nunca me había gustado mi cuerpo, sin embargo, ella tenía una figura muy estilizada. Pero en ese momento yo no tenía ganas de discutir. “Esta noche no”, me dije.
-Y tú unos ojos fascinantes.
-Bahh…-su tono de voz denotaba aburrimiento repentino.-puedes quedártelos si quieres…
-Desde luego los cambiaría por mi cuerpo.
-No sabes lo que dices. Hoy en día nadie te mira a los ojos. La gente te valora según la talla del sujetador.
-Eso no es cierto. Los ojos y la boca son armas de seducción mucho más poderosas que otras partes del cuerpo que tenemos asignadas como sensuales en esta cultura. Los besos pueden llevar más pasión que un roce y las miradas… las miradas sencillamente hacen cosquillas desde lejos.
Ella me miró interesada.
-Es cierto… Tú puedes notar cuando una persona te está observando sin necesidad de mirarlo. Pero…por qué dices eso? Los hombres son horriblemente superficiales.
-Puede ser que muchos lo sean,-admití- pero a pesar de todo, son hombres y no animales. Y la humanidad trae consigo la razón y los sentimientos, que pesan mucho más que el sexo para cualquiera. Porque, aún a día de hoy, no he visto caso de mujer que sonría por las tetas y llore por el culo.
Mi discurso fue como los golpes que da un artesano para tallar un diamante en bruto: su sonrisa. Su carcajada sonó limpia como una gota de agua que cae en una fuente de cristal.
-Eres una persona muy interesante. Acabarás cautivando a la gente por algo más que por tu cuerpo.
-Gracias.
-Te expresas con una seguridad y una belleza muy poco común. Sueles escribir?
-A veces-dije sencillamente- Te gusta escribir a ti?
-Me encantaría hacerlo-respondió con humildad- pero no puedo.
Esa respuesta fue para mí muy inesperada.
-Por qué?
-Es algo muy complicado, pero creo que tú sabrás entenderlo…

viernes, 7 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales (parte 2)

Y así comencé a recordar el día en el que, tanto tiempo atrás, la había conocido.
No podría decir una fecha concreta, pero sí decir que fue hace unos tres años en la fiesta de una aldea en la que apenas conocía a nadie a pesar de llevar años yendo cada semana a un lugar no muy lejos de allí.
Recuerdo que, en aquella época, yo era una persona bastante insegura. Mi belleza, que nunca fue despampanante, no se encontraba en su mejor etapa. Solía llevar gafas, aparato y tenía un pelo tan abundante y rizado que parecía tener una cabeza enorme. Sin embargo, ese día me había puesto lentillas por primera vez y llevaba un vestido que me favorecía. Ese día me sentía guapa.
En ese momento yo tenía pareja, un novio genial, cariñoso y romántico, pero cuyas numerosas virtudes se veían, en ese momento, eclipsadas por sus infinitos celos. A veces, su necesidad de controlarme continuamente me hacía sentir como un tigre enjaulado. Ese día, yo era libre, y a pesar de que lo quería y que no pensaba hacer nada de lo que después tuviese que arrepentirme, me sentía bien y muy liberada.
Era muy pronto, pero el invierno oscureció la tarde de modo que parecía noche. Yo vagaba entre la multitud al lado de mi primo, algo más viejo que yo. La gente en esa parte era muy joven, la mayoría menores de 25 años, sin embargo todos eran mucho mayores que yo y eso hacía que mi timidez se acrecentase.
Mi primo encontró a unos amigos suyos. Yo escuchaba la conversación a duras penas por el bullicio de la fiesta.
Un hombre me preguntó si sabía donde quedaba la iglesia y yo le indiqué el camino con dificultades puesto que parecía extranjero y mi nivel de inglés era realmente pésimo. Cuando me volví, mi primo no estaba.
-Oye guapa, parece que tu novio le está comiendo el morro a otra.
El terror y la decepción se me agolparon en la cara y tuve que hacer un esfuerzo para contener las ganas de llorar, girar la cabeza y mirar la escena.
Me di la vuelta asustada y vi a una chica, sola, con un vaso de plástico en la mano. No la conocía.
-El mío?
-No, el mío, no te jode- empezó a reír nerviosamente- Mira qué bien se lo pasa el cabrón de él.
Seguí la dirección de su dedo índice, pintado con un color rosa demasiado fuerte, y descubrí, aliviada, que era mi primo el que estaba besando a una chica.
Empecé a observar a la chica y decidí que no me gustaba. Quizá era una especie de venganza por el susto que me acababa de dar o quizá simplemente que no me agradaba su aspecto.
La primera impresión había sido que ella era una chica de unos 18 años, puesto que iba fuertemente maquillada y se sostenía sobre unos altísimos tacones. La escena la completaba ese vaso sucio y con marcas de pintalabios. Estaba bebiendo algo que olía a alcohol.
Sin embargo, al mirarla detenidamente descubrí que no era mucho mayor que yo. Su cuerpo aún no estaba desarrollado del todo y sus facciones eran aún infantiles. Llevaba un vestido corto de lentejuelas negras que resaltaba su cuerpo delgado y que combinaba perfectamente con su bolso y sus zapatos, que disimulaban su escasa altura, "pues aún sobre esos zancos apenas puede mirarme a los ojos sin levantar la cabeza. Una pija más queriendo hacerse mayor", pensé.
-Es bonito el vestido, a que sí?- dijo con una coqueta inseguridad, atribuyendo la razón mis miradas a su ropa y no a ella misma.-pero yo que tú iría a detener a ese cerdo. Ya tendrás tiempo para opinar de moda después.
-No es mi novio, es mi primo-dije fríamente.
-Ah vaya… os vi tan cojiditos de la mano que pensé que había romance.
Me molestó esa contestación. Así que siempre tendría que aguantar que me espiasen, si no mi novio una desconocida idiota.
-Mi novio me quiere y nunca me haría eso- dije que una infantil ingenuidad.
-Los tíos son todos unos cerdos, deberías engañarlos antes de que ellos te engañen a ti.
-Se nota que no tienes novio…-me estaba irritando mucho esa conversación
-Ahí está el problema, sí lo tengo.
Eso me pillo por sorpresa.
-Y no estás enamorada?
-Ya no-hablaba de la muerte de un amor en el mismo tono en el que me hablaría del tiempo.
-Lo siento-no se me ocurría que decir.
-Yo no - y verdaderamente no lo sentía. No trataba de aparentar dureza, solo transmitía indiferencia.
-Cuanto tiempo lleváis saliendo?
-Vamos a hacer un mes.-puse una cara de visible sorpresa. Me parecía que ningún producto realmente fiable podía caducar tan rápido. Ella leyó mi asombro.-Cuanto tiempo lleváis vosotros?
-Vamos a hacer cinco meses-respondí con una sonrisa.
-Cortaréis el mes que viene-respondió ella sin ánimo de ofender, pero con una sinceridad difícil de soportar.
-Y tú qué coño sabes?! No lo conoces! Es más, NO ME CONOCES! Que tú seas una tía que se lanza al primero que ve no significa que el resto seamos iguales.
-Lo puedo adivinar solo por la cara que pusiste cuando te dije que tu novio se lo montaba con otro. A los cinco meses hay una crisis siempre y tenéis demasiadas inseguridades como para superarla juntos.-respondió sin inmutarse ante mis insultos.
Me dolía su descaro, pero lo que más me dolía era que tenía razón. Ese fue uno de los pocos momento de mi vida en que sentí como mis palabras se me secaban y como un enorme desierto de emoción amenazaba con deforestar mi bosque encantado.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Prólogo de una historia de princesas poco convencionales(parte 1)

Era una tarde de otoño reposada y suave como el balanceo de una mecedora. Las horas parecían haberse detenido a observar aquel mágico paisaje. Nada estaba quieto en aquel paraíso y sin embargo todo transmitía una paz enorme.
El agua corría cantando en aquel ridículo río, con más barro que peces, pero con tantas pequeñas cascadas que una persona aventurera y soñadora podría pasarse días enteros imaginando aventuras que podrían tener lugar entre sus aguas. Aventuras que siempre acababan hundiéndose como barcos de papel que se lanzan al mar.
Los árboles lloraban esa tarde hojas tan doradas que parecían haber sido pintadas con un cubo de oro líquido.
La felicidad era tan intensa que casi sentía como me hacía cosquillas entre las manos.
-Te acuerdas, Laura, cuando te dije que no me gustaba el otoño ?
Mis palabras rompieron el silencio como amuleto que espanta un hermoso hechizo.
-Sí, me contaste que sus colores te hacían recordar cosas antiguas, retratos en sepia que nadie mira ya. Que parecía que mismo las hojas de los árboles estaban oxidadas- me contestó mi acompañante con voz soñadora .
"Qué buena memoria tienes, Lau", pensé sonriendo.
-He cambiado de opinión.
Ella sonrío a su vez.
La tarde era reposada y lenta, pero a pesar de ello todo en el paisaje estaba vivo.
Junto al viejo molino de agua, dos chicas estaban tumbadas observando atentas la bóveda de hojas que las cubría y que impedía ver un cielo que auguraba una tormenta lejana.
Esas éramos nosotras, tan diferentes y a la vez tan iguales. Las dos estábamos en silencio porque creíamos conocer todo lo que la otra tenía que decir, porque las dos sabíamos que a veces la mejor música es el silencio. Las dos sabíamos disfrutar de cada palabra y de cada silencio porque ambas entendíamos que todo forma parte de nuestra vida: las cosas que dejamos ver y las cosas que ocultamos, los besos recibidos y los que nunca llegaríamos a dar, las ilusiones rotas y los sueños que aún tendríamos que soñar.
Bajé la mirada y la observé en silencio. Así, distraída y pensativa, con ropa casual, sin maquillar y con su preciosa melena clara semidespeinada parecía más que nunca un hada del bosque. Ella se dio cuenta de que la estaba mirando y desvió sus impactantes ojos verdes hacia mí.
-Las miradas hacen cosquillas desde lejos- dijimos al unísono.
Y de nuestros labios sonrientes comenzaron a manar carcajadas recordando el día en el que yo le había susurrado la razón por la cual los ojos eran unas armas de seducción mucho más poderosas que cualquier otra parte del cuerpo.
Entonces a ella se le encendió la mirada, como siempre que una idea genial le venía a la cabeza.
-Recuerdas, Sara, cuando te dije que no se me daba bien escribir ? – dijo imitando mi tono de voz.
- Sí, me contaste que te pasaba con la escritura lo mismo que te pasaba con los hombres, que siempre empezabas tus escritos con ilusión pero que te cansabas antes de llegar a hacer nada realmente interesante. Y también que…
- Ya sé lo que te dije!- me interrumpió con la dulce brusquedad que la caracterizaba.
A ella le gustaban las bromas, pero cuando ella tenía algo que decir siempre quería soltarlo en el momento, quizá por miedo a que la idea se fuese volando y se le escapase de las manos como tantas veces le había escapado la felicidad
- El caso es que yo también he cambiado de opinión.-continuó en un tono mas reposado.
- Ah sí?
-Sí, voy a escribir un libro.
- Y por qué ha cambiado tu opinión?
- Por qué tiene que cambiar por una razón?
Laura siempre contestaba con otra pregunta. Era la clase de persona que no se moja a no ser que la lances de lleno a la piscina. Eso era algo que exasperaba a la gente, sin embargo yo siempre lo encontraba muy divertido.
- Porque TODO tiene un motivo. El mundo se mueve por unas leyes, las personas actuamos por unas consecuencias. Yo, por ejemplo, he cambiado mi opinión sobre el otoño al descubrir hoy esta preciosa tarde a la que su tinte en color ámbar transmite mucha melancolía y a la vez mucha fuerza.
Laura ya estaba sonriendo, pero su sonrisa se hizo aún si cabe más sincera, más grande, más soñadora.
-Por eso –dijo simplemente. Cada palabra sonó con un tono tan exótico que parecía que en vez de contestarme estaba pronunciando un hechizo.
-Cómo?
Ella se limitó a posar su suave dedo sobre mis labios como señal para que guardase silencio. Yo sonreí y se lo besé con toda la dulzura que llevaba acumulada en esa tarde.
-Simplemente porque he encontrado a un personaje que es capaz de hacer interesante una novela de principio a final. Alguien de quien sé que nunca me voy a cansar. He encontrado la persona que llevaba tanto tiempo buscando por el camino equivocado- calló, quizá en un infantil deseo de crear intriga, pero yo ya sabía la respuesta: se le podía leer en todo su cuerpo. Se escapaba de sus ojos, se veía en su mano que ahora había abandonado mi boca para acariciarme lentamente el pelo.- Y esa persona eres tú, Sara.
Tenía unas ganas enormes de abrazarla pero me hice la dura.
-Esa novela no tendrá éxito.
-Por qué no?
-Simplemente porque la gente sigue disfrutando leyendo cuentos de hadas y nosotras somos unas princesas muy poco convencionales, no crees?
-No dije que escribiría esa historia para que le guste a la gente. Esa historia la escribimos nosotras Sara, esa historia es nuestra. Este es nuestro cuento de hadas y podemos contarlo como nos dé la gana, porque nosotras tenemos derecho a crear nuestro propio mundo y a creer en él. Precisamente por esto te lo he dicho. Quiero que escribas el prólogo de mi libro.
-Jajaja. Haces lo que sea por no trabajar eeh Lau.
-Idiota- me pegó suavemente en la cabeza con la mano con la que antes me acariciaba.
- Estás segura? Nunca has visto ningún texto mío… igual te destrozo el libro.
-Estoy segura de que lo harás mucho mejor que yo. Quiero que cuentes nuestra historia hasta el día en el que reinventamos nuestra amistad.
Yo no dije que sí, pero ella supuso que yo lo haría.
Lo cierto es que era fascinante como podía conocerme mejor de lo que yo me conozco a mí misma. Porque segundos después, las dos volvimos a observar las copas de los árboles, pero para entonces yo ya no pensaba en lo mucho que me gustaban sus colores. Yo estaba empezando a idear un esquema de cómo estructuraría nuestra historia, una historia de princesas poco convencionales.
-_-_-_-_-_-_-_-_-
Y aquí queda la primera parte. Las siguientes serán bastante más cortas que esta introducción.

lunes, 3 de noviembre de 2008

L de lucha (abecedario)

Lame mi rostro. Notas que falta algo?
Lágrimas han dejado de correr a través de él.
Llovía, pero ha salido por fin el sol.
Luto se ha pintado de color.
L
uciendo está una nueva estrella.
La ves?
La oyes?
Le grita al mundo que está harta de perder una y otra vez este maldito juego.
La invaden unas ganas irrefrenables de cambiar el mundo, SU mundo.
La enamoran todas las personas,
Le apasionan todas las artes.
Lustroso brillo, no hay para ella meta imposible,
Listón demasiado alto,
Llama cuyo fuego no pueda soportar.
Liberal,
Literaria,
Luchadora,
Librepensadora…
La sientes?
La ocasión de cambiar su vida ha llegado y no piensa dejarla pasar.
-_-_-_-_-_-_-_-
Bienvenida seas, inconstante amago de felicidad;)
Me he dado cuenta de que, inconscientemente me había saltado una letra, una de las más importantes, la L de Libertad, de Liberación... de Lucha.
Hay cosas que nunca dejarán de sorprenderme...
Aviso que proximamente llevaré a cabo un "reto" paralelo a este del abecedario: escribir el prólogo para el libro de una persona muy especial. No cuento más porque se irán revelando detalles del argumento y la causa en el mismo texto.
Y me preguntareis qué tiene de reto... Solo dos dificultades:
1- No estoy acostumbrada a escribir en prosa.
2- No estoy acostumbrada a escritos "largos" y este irá estructurado en varias partes.
Respecto a mí, solo decir que me invade una extraña felicidad^^