sábado, 2 de mayo de 2009

Respuesta

Nada tenía sentido y su sentido común era igual a nada.
Con toda su infantil rabia lanzó al aire el rompecabezas de su vida. La gravedad engañosa hizo que cayesen, lentamente, todas las piezas. Como una lluvia de recuerdos. Ella vio observaba como los trozos de su vida se precipitaban a su alrededor, con el peligro y la belleza de las estrellas desencajadas del cielo. Un cielo en el que llevaba demasiados días siendo de noche.
Ella sintió sobre su piel la presión suave de las caricias de la vida y la hermosa dureza de sus azotes. En un instante vacío sintió más que en toda una vida abarrotada de gente que no la conocía, de lugares que no eran su hogar, de colores que nunca consiguió mezclar en su paleta, de canciones que nadie entonaba.
Sintió que la magia volvía a su mirada, y comenzó a llorar las lágrimas que le habían arrebatado, a chillar los gritos que le habían silenciado. Recordó el consejo que un monje Derviche le había dado en Turquía:
“Cuando sientas que el tiempo va demasiado rápido, gira en el sentido contrario de la tierra, pero a su misma velocidad. Entonces sentirás como el mundo se congela”
Y en medio de su patética danza, las piezas del puzle que se caía se fijaron el aire. Las lágrimas se quedaron a medio camino al suelo. Su corazón, en el punto intermedio entre sístole y diástole, se encontraba en uno de esos silencios tensos que son mucho más música que el sonido. Y a pesar de ser ella una amante del jazz no pudo soportar la belleza del momento y detuvo su danza.
Las piezas podrían haber caído de infinitas formas diferentes. Pero quiso el destino que, al precipitarse al suelo, encajasen poco a poco, se unieran y le dieran forma por fin al gran juego de su vida. Solamente faltaba una pieza, justo en el centro.
Pero ella acababa de resolver sus problemas. Entendió de pronto que no era la persona mas fuerte del mundo, pero tampoco la más débil. Que nunca sería la mejor en nada, pero que había logrado enamorar. Que aunque debía seguir mintiendo sería sincera.
En el centro faltaba una pieza. En un impulso, ella saltó y volvió a introducirse en el lugar que le correspondía en su vida.
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"Cuando me estés muriendo, podrás acercarte a mí a llorar en mis brazos. Entonces te dejaré que desahogues conmigo y que me cuentes la causa de tus miedos. Pero ahora, ahora que se te escapa la felicidad por esos ojos oscuros prefiero que calles, porque no quiero que unas palabras evidentes desmonten la sonrisa mas preciosa del mundo"
Dijo Nietzsche que todo aquel que tiene una razón para vivir puede soportar cualquier forma de hacerlo. Yo tengo hoy tantas que no puedo sino seguir adelante, aunque solo sea para darle las gracias a todas esas razones que día a día quitan lo mejor de mi misma (:
Aquí estoy de nuevo mundo. Y esta vez es para quedarme


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo reitero, esa forma tuya de escribir, de conectarte con el mundo, con los sentimientos y con los demás a través de tus palabras es maravillosa. Me encanta leerte. Me has hecho recobrar fuerzas.

Un abrazo y la mejor de las vibras.

Lim dijo...

El rompecabezas de la vida, cuantas piezas por colocar, en el lugar y tiempo correspondiente, cuantas horas intentando encajar las piezas de nuestra vida, y al rato ves que no esta bien y tienes, que recolocar las piezas una y otra vez.
Este rompecabezas, tiene infinitas piezas, cuando crees tener su solucion, surgen nuevos conflictos, que entran en juego, es un juego interminable.
Tienes un gran poder de llegada con lo escrito, me encanta leerte, cada vez que abro el ordenador, voy a tu blog a ver si hay algo nuevo....Saludos