lunes, 4 de mayo de 2009

Llaves del infierno

En su boca se dibujó un signo de interrogación.
-Mamá, por que brilla la luna?
- Porque la luna es una lamparita para la tierra, en las noches en las que esta tiene miedo a la oscuridad.
Su madre era tan sabia… Gracias a ella se había enterado de que los árboles eran los pelillos de la tierra, que las tormentas eran las lágrimas del sol, que los globos tenían diminutos parajillos dentro.
Él vivía en un pequeño mundo donde todo era posible, donde los pájaros habían aprendido a cantar arias de Verdi y las rosas no se marchitaban ni siquiera en invierno. En un lugar donde el campo no tenía tierra, sino un césped suave y limpio que acariciaba como una alfombra de seda.
Él había crecido en un paraíso. La naturaleza lo había hecho nacer en el lugar adecuado, en el momento adecuado. Algún día, él sería emperador de ese rincón mágico. A su alrededor, todas las personas lo querían por su dulce ingenuidad. La vida transcurría como un dulce sueño, pues cada tramo de su reino era más espectacular que el anterior. Cada día era una agradable sorpresa, un regalo más, una nueva rosa que nacía en el jardín.
Un buen día, él accedió al trono. No era desde luego la persona más adecuada para el puesto. Su decisión principal era no decidir. La belleza del reino no se perdió, pero dejó de incrementarse. El tedio invadió la felicidad, tiñendo de gris la belleza.
Un malvado mago decidió darle una lección al emperador. Se presentó en su palacio y lo retó a una partida de ajedrez. El joven, que nunca en su vida había perdido, pues vivía rodeado de gente que le dejaba ganar, que se reía de su bondadosa ignorancia al tiempo que lo alababan, aceptó el desafío con arrogancia.
Al mago no le resultó difícil lograr una humillante victoria. Una vez el rey calló, el vencedor desató una carcajada que movió los cimientos del castillo.
-Has perdido. –proclamó.- Y ahora debes pagar por tu ignorancia.
Mientras el hechicero hablaba, una gran puerta negra empezó a dibujarse en una de las paredes. Los bordes de esta puerta eran de acero rojo como el fuego. El color de su madera era tan oscuro que parecía que su observación producía la ceguera. Su pomo era un cráneo humano.
-Cada noche jugaremos una partida hasta que tú me derrotes. Y cada vez que no lo hagas deberás decidir: o atraviesas la puerta o uno de tus vasallos morirá, el que tú elijas.
El emperador rompió a llorar, pero tenía demasiado miedo de cruzar esa puerta, que parecía una entrada al infierno. “Esta noche-pensó- debe morir algún vasallo”.
Sus sirvientes, aterrados, intentaron enseñarle a jugar al ajedrez con una mayor soltura. Pero noche a noche, el mago lo derrotaba y se llevaba consigo una nueva vida. Durante semanas, meses, años… la población del lugar empezó a desaparecer. Primero se fueron viejos, gente que no había simpatizado con él… pero pronto empezaron a caer también las mujeres, los niños. Su belleza se extinguió por completo. Todo el mundo miraba con odio a ese incompetente y cobarde emperador que los llevaba paso a paso a la ruina. En el lugar se respiraba el miedo como un humo que impedía oler el perfume de las rosas. Años después, el perdedor tuvo que deshacerse de su mujer, de sus hijos, de su madre… Hasta que un día se quedó solo.
Esa noche, justo antes de la hora de la partida, el rey desesperado, con un golpe de orgullo que debería haber llegado muchos años antes, corrió hacia la puerta. Giró el macabro pomo y cruzó el umbral de lo conocido.
Lo que vio al salir fue tan horrible que si sintió como si le hubiesen traspasado el corazón con una estaca. El viento suspiró en su oído. Estaba fuera, en el exterior de su palacio. Esa puerta solo era una salida al mundo real.
Entonces él se desplomó en el suelo y murió de espanto. No fue por remordimientos por haber perdido la única batalla que había tenido que luchar, por haber llevado el infierno al paraíso, ni siquiera por haber perdido a todos aquellos a los que quería. Su último sentimiento fue de odio a aquella madre que, tanto tiempo atrás, le había mentido dulcemente con unas historias que se habían convertido en su perdición.
Su espanto se debía a que, en un momento comprendió que la luna no brillaba y que a menudo dejaba sola a la tierra, en las más oscuras y terribles noches, con todos sus miedos.
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Basado en una leyenda que tiempo atrás alguien me susurró. Hoy, ambos (leyenda y persona) han vuelto a mí para recordarme que cada uno es dueño de las llaves de su infierno.

7 comentarios:

Adriana dijo...

No siempre está en uno la posibilidad de elegir, otras todo se hace cuesta arriba y la peores es que a veces nos mienten tanto que ya ni sabemos a quien creer.

Besos princesa, pero aún así nunca hay que olvidar el: Avanti Morocha.

Lim dijo...

Cuando nos protejen tanto desde pequeños, nos pintan todo de color de rosa, que todo es bueno, cuando nos damos cuenta, que tenemos que decidir, nos tiemblan las piernas, las palabras enmudecen, nos paralizamos, dudamos, nos preguntamos ¿que hacemos aqui,en esa situacion?,y soltamos lastre, perdemos casi todo en lo que creiamos, por lo que luchabamos y al final, tenemos que lanzarnos al vacio, al infinito, a lo desconocido, pues ya no nos queda nada que defender.
Nos creiamos invencibles y de la noche, a la mañana, nos hemos vuelto vulnerables, recibiendo todos los palos, de la vida ,uno tras otro, sin saber como reaccionar.
Estoy de acuerdo, esa es la puerta del infierno, pero que nos conducira al cielo.
Un beso y un abrazo Sara.

Hada del lago dijo...

Increíble tus palabras...
La vida no es tan bonita como la pintan, el día menos pensado tenemos que estar ahí, tomando nuestras propias decisiones, y por lo consiguiente, acarreando con sus consecuencias.

Besiños princesa! ;)

malena dijo...

Wow!! Cómo has crecido durante este tiempo, Sara!! Buenísimo!!!
Te invito a mi cumple-blog hoy y así te traes un regalito.
besotes!!

MentesSueltas dijo...

Hola, aqui estoy con poco tiempo, pero pasando a dejar mi abrazo con la mejor energia...

MentesSueltas.

Adrianina dijo...

Hola Princesa. Pasaba a saludarte primero y luego a decirte que el telón de Princesa Turandot se ha bajado.

Pero me podés seguir leyendo en mi otro blog.
www.adrianina.blogspot.com

Estaré pendiente de tu actualizaciones como siempre.
¡Besos!

Anónimo dijo...

Cuando uno crece va viendo el mundo y entiende por qué lo pintaban rosa para nosotros. Si no queremos darnos cuenta de la verdad, moriremos como el rey; si nos negamos a imaginar y a creer, y nos resignamos a la ausencia de felicidad, sucederá lo mismo.

Linda entrada. Ya extrañaba pasar por aquí. Un beso