sábado, 16 de mayo de 2009

Destino

Ahora que se me han acabado las ganas de vivir, te llamo.
No sé cual es la causa.
En otro momento fuiste toda mi vida.
Cada esquina
me recordaba los besos que dejaste caer sobre mis labios en sus rincones,
vivías en mi mente,
moría cada vez que nos separabamos.
Eras mucho más mío que yo misma.
Ambos sabemos que el tiempo hace estragos en los recuerdos.
Cuando pensaba en ti,
hasta hace poco,
ya no me acordaba de esos labios
que se abrían
tiernamente
como flores al besarme,
ni de esos ojos verdes
que parecían mensajes subliminales
que incitaban a creer en mundos mejores,
ni siquiera me acordaba de aquel reino nuestro
que construímos juntos sobre las ruínas.
Miraba atrás y solo veía una cicatriz,
la cicatriz que excavaron muchos rostros juntos,
pero de la que sabes que es más tuya que de nadie.
La trascendencia,
los remordimientos...
son para aquellas personas que se permiten el lujo de mirar atrás.
Por el recuerdo de aquellas tardes,
de aquellas mañanas enroscados sobre las crujientes hojas del podrido otoño,
sabía yo que no podría olvidarte.
Pero el mundo te etiquetó por mí
y decidió que habías sido un error de mi pasado,
con una seguridad que hasta yo llegué a creerlo.
Intenté convencerme a mi misma de que nunca te había querido.
A mí misma y a un mundo a quien le dolía tu existencia pasada
tanto como me duele hoy a mi tu ausencia.
Hoy,
las verdaderas imagenes han vuelto a mí teñidas de melancolía.
No puedo expresar con palabras la falta que me haces,
$lo muchísimo que hecho de menos tu forma de secarme las lágrimas al llorar,
de besarme el pelo,
de acercarme contra tu pecho
y prometerme que nunca más estaría sola.
Me mentiste,
pero...
eran tan dulces tus mentiras.
Ahora la soledad se ha disfrazado de multitud
a la que no le importo
o a la que simplemente le intereso.
Tu ausencia está llenando el vacío.
Me vuelve a pesar el aire al respirar,
me duele algo dentro.
Pero no puedo verte,
porque estoy en un peligroso lugar
entre dos mundos a los que cada vez estoy mas segura de no pertenecer.
Ya no soy tuya,
tampoco suya.
No soy feliz,
hace tiempo que no lo soy,
puede que pase mucho tiempo antes de que vuelva a serlo.
Soy poeta pero no escribo,
soy cantante pero no me sale la voz entre sollozos,
soy mujer pero no sé amar.
Soy un poblado desierto,
un oasis sin palmeras.
Tú...
tú eres el eterno remitente de mis cartas de desamor,
pero tambien el protagonista de muchos de los momentos mas dulces de mi vida.
Mi balanza no puede con la presión,
yo sigo tambaleandome sin llegar a encontrar nunca un equilibrio,
destrozandome la vida por pura
(y puta)
inercia.
Lo fuiste todo y ahora verte,
cuando estás tan cerca,
es toda una aventura,
toda una guerra contra el mundo.
Por eso te escribo
y quizá entiendas mi llamada y acudas ahora mismo a leerme.
Si no,
mis palabras quedarán abandonadas una vez más,
siendo testigos de que
a pesar de todo
sigues teniendo un lugar aquí en mi infernal paraíso.
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"Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.La noche esta estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa,y estos sean los ultimos versos que yo le
escribo."
.
.
.
Un día me dijiste que no te gustaba Neruda. Solo por eso no escribiré ahora esas dos palabras, esas ochos letras que, hoy por hoy, tenemos prohibidas.
No puedo prometerte que volveremos a entonarlas juntos, solo puedo decirte que hoy, en cada suspiro, te estoy llamando y maldiciendo al destino.

lunes, 4 de mayo de 2009

Llaves del infierno

En su boca se dibujó un signo de interrogación.
-Mamá, por que brilla la luna?
- Porque la luna es una lamparita para la tierra, en las noches en las que esta tiene miedo a la oscuridad.
Su madre era tan sabia… Gracias a ella se había enterado de que los árboles eran los pelillos de la tierra, que las tormentas eran las lágrimas del sol, que los globos tenían diminutos parajillos dentro.
Él vivía en un pequeño mundo donde todo era posible, donde los pájaros habían aprendido a cantar arias de Verdi y las rosas no se marchitaban ni siquiera en invierno. En un lugar donde el campo no tenía tierra, sino un césped suave y limpio que acariciaba como una alfombra de seda.
Él había crecido en un paraíso. La naturaleza lo había hecho nacer en el lugar adecuado, en el momento adecuado. Algún día, él sería emperador de ese rincón mágico. A su alrededor, todas las personas lo querían por su dulce ingenuidad. La vida transcurría como un dulce sueño, pues cada tramo de su reino era más espectacular que el anterior. Cada día era una agradable sorpresa, un regalo más, una nueva rosa que nacía en el jardín.
Un buen día, él accedió al trono. No era desde luego la persona más adecuada para el puesto. Su decisión principal era no decidir. La belleza del reino no se perdió, pero dejó de incrementarse. El tedio invadió la felicidad, tiñendo de gris la belleza.
Un malvado mago decidió darle una lección al emperador. Se presentó en su palacio y lo retó a una partida de ajedrez. El joven, que nunca en su vida había perdido, pues vivía rodeado de gente que le dejaba ganar, que se reía de su bondadosa ignorancia al tiempo que lo alababan, aceptó el desafío con arrogancia.
Al mago no le resultó difícil lograr una humillante victoria. Una vez el rey calló, el vencedor desató una carcajada que movió los cimientos del castillo.
-Has perdido. –proclamó.- Y ahora debes pagar por tu ignorancia.
Mientras el hechicero hablaba, una gran puerta negra empezó a dibujarse en una de las paredes. Los bordes de esta puerta eran de acero rojo como el fuego. El color de su madera era tan oscuro que parecía que su observación producía la ceguera. Su pomo era un cráneo humano.
-Cada noche jugaremos una partida hasta que tú me derrotes. Y cada vez que no lo hagas deberás decidir: o atraviesas la puerta o uno de tus vasallos morirá, el que tú elijas.
El emperador rompió a llorar, pero tenía demasiado miedo de cruzar esa puerta, que parecía una entrada al infierno. “Esta noche-pensó- debe morir algún vasallo”.
Sus sirvientes, aterrados, intentaron enseñarle a jugar al ajedrez con una mayor soltura. Pero noche a noche, el mago lo derrotaba y se llevaba consigo una nueva vida. Durante semanas, meses, años… la población del lugar empezó a desaparecer. Primero se fueron viejos, gente que no había simpatizado con él… pero pronto empezaron a caer también las mujeres, los niños. Su belleza se extinguió por completo. Todo el mundo miraba con odio a ese incompetente y cobarde emperador que los llevaba paso a paso a la ruina. En el lugar se respiraba el miedo como un humo que impedía oler el perfume de las rosas. Años después, el perdedor tuvo que deshacerse de su mujer, de sus hijos, de su madre… Hasta que un día se quedó solo.
Esa noche, justo antes de la hora de la partida, el rey desesperado, con un golpe de orgullo que debería haber llegado muchos años antes, corrió hacia la puerta. Giró el macabro pomo y cruzó el umbral de lo conocido.
Lo que vio al salir fue tan horrible que si sintió como si le hubiesen traspasado el corazón con una estaca. El viento suspiró en su oído. Estaba fuera, en el exterior de su palacio. Esa puerta solo era una salida al mundo real.
Entonces él se desplomó en el suelo y murió de espanto. No fue por remordimientos por haber perdido la única batalla que había tenido que luchar, por haber llevado el infierno al paraíso, ni siquiera por haber perdido a todos aquellos a los que quería. Su último sentimiento fue de odio a aquella madre que, tanto tiempo atrás, le había mentido dulcemente con unas historias que se habían convertido en su perdición.
Su espanto se debía a que, en un momento comprendió que la luna no brillaba y que a menudo dejaba sola a la tierra, en las más oscuras y terribles noches, con todos sus miedos.
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Basado en una leyenda que tiempo atrás alguien me susurró. Hoy, ambos (leyenda y persona) han vuelto a mí para recordarme que cada uno es dueño de las llaves de su infierno.

sábado, 2 de mayo de 2009

Respuesta

Nada tenía sentido y su sentido común era igual a nada.
Con toda su infantil rabia lanzó al aire el rompecabezas de su vida. La gravedad engañosa hizo que cayesen, lentamente, todas las piezas. Como una lluvia de recuerdos. Ella vio observaba como los trozos de su vida se precipitaban a su alrededor, con el peligro y la belleza de las estrellas desencajadas del cielo. Un cielo en el que llevaba demasiados días siendo de noche.
Ella sintió sobre su piel la presión suave de las caricias de la vida y la hermosa dureza de sus azotes. En un instante vacío sintió más que en toda una vida abarrotada de gente que no la conocía, de lugares que no eran su hogar, de colores que nunca consiguió mezclar en su paleta, de canciones que nadie entonaba.
Sintió que la magia volvía a su mirada, y comenzó a llorar las lágrimas que le habían arrebatado, a chillar los gritos que le habían silenciado. Recordó el consejo que un monje Derviche le había dado en Turquía:
“Cuando sientas que el tiempo va demasiado rápido, gira en el sentido contrario de la tierra, pero a su misma velocidad. Entonces sentirás como el mundo se congela”
Y en medio de su patética danza, las piezas del puzle que se caía se fijaron el aire. Las lágrimas se quedaron a medio camino al suelo. Su corazón, en el punto intermedio entre sístole y diástole, se encontraba en uno de esos silencios tensos que son mucho más música que el sonido. Y a pesar de ser ella una amante del jazz no pudo soportar la belleza del momento y detuvo su danza.
Las piezas podrían haber caído de infinitas formas diferentes. Pero quiso el destino que, al precipitarse al suelo, encajasen poco a poco, se unieran y le dieran forma por fin al gran juego de su vida. Solamente faltaba una pieza, justo en el centro.
Pero ella acababa de resolver sus problemas. Entendió de pronto que no era la persona mas fuerte del mundo, pero tampoco la más débil. Que nunca sería la mejor en nada, pero que había logrado enamorar. Que aunque debía seguir mintiendo sería sincera.
En el centro faltaba una pieza. En un impulso, ella saltó y volvió a introducirse en el lugar que le correspondía en su vida.
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"Cuando me estés muriendo, podrás acercarte a mí a llorar en mis brazos. Entonces te dejaré que desahogues conmigo y que me cuentes la causa de tus miedos. Pero ahora, ahora que se te escapa la felicidad por esos ojos oscuros prefiero que calles, porque no quiero que unas palabras evidentes desmonten la sonrisa mas preciosa del mundo"
Dijo Nietzsche que todo aquel que tiene una razón para vivir puede soportar cualquier forma de hacerlo. Yo tengo hoy tantas que no puedo sino seguir adelante, aunque solo sea para darle las gracias a todas esas razones que día a día quitan lo mejor de mi misma (:
Aquí estoy de nuevo mundo. Y esta vez es para quedarme