Luz apagada

Soy yo.
La misma.
La de siempre.
Esa silueta que traga la niebla, esas huellas que el viento borra.
La experta en sueños que se viven despiertos, la de la mirada oscura y brillante.
La ninfa del asfalto, como solías llamarme.
Te escribo porque, un día mas, me he despertado y he sentido que me faltaba algo... tú.
Si hace tres años y un día me hubiesen dicho que esa seria la última vez que miraba tu rostro de duende no me lo habría creido.
Me creía tan inmortal...
No pensaba en la muerte como algo que podría alcanzar a mi círculo.
Éramos demasiado jovenes, demasiado niños.
Pero te fuiste y me dejaste en la boca demasiadas palabras que deberían haber sido susurradas.
Te fuiste silenciosamente a buscar en otro lado la paz que este cruel destino te había negado.
Y pronto estallaron los llantos y los gritos, los fantasmas escondidos en un espejo, en el reflejo de un movimiento de cristal.
Te fuiste a ser fuego y agua, a volar con el viento hacia los lugares que siempre quisiste visitar.
Fue duro para todos, pero todos seguimos aquí.
Incluso tú sigues en todos nosotros.
Estás en nuestras conversaciones, en nuestros recuerdos...
Tu alma sigue aleteando en nuestras voces.
Tres años atrás, un cinco de septiembre me cambió la vida.
Todo es tan diferente ahora que parece mentira que siga siendo la misma persona.
A veces me pregunto hasta que punto mi vida sería distinta si tú siguieras conmigo.
Yo misma te he hablado tanto despues de aquel día en el que sentí que todo mi castillo se derrumbaba...
Te he hablado en sueños, en pesadillas, en canciones, en poesías, te he llamado en susurros y te he llamado a gritos...
Te he llamado de muchas formas pero siempre obtuve la misma respuesta:
el silencio.
No creo en una vida despues de esta, pero a pesar de todo hablo contigo porque me encantaría pensar lo contrario.
Asesinar mi escepticismo y volver a ser la niña que observaste por última vez hace tres años.
Esa niña que creía que, en algún momento nos volveríamos a ver y podríamos seguir pintando sonrisas en la cara del otro.
Sé que no volveré a escuchar tu voz, ni a sentir tus manos acariciando mi pelo.
Sé que no vas a volver y que por eso no podrás escuchar lo que ahora te cuento.
Pero también sé que nunca te has ido del todo, que sigues viviendo dentro de mí.
Por eso te sigo hablando, por eso te sigo queriendo.
Porque tu cuerpo se ha secado, pero nuestra amistad florerá siempre.
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No te hablo con dolor, sino con nolstalgia.
Raspy, gracias por todo lo que me diste y por todo lo que me sigues dando.