Aquel día se quedo grabado en mi memoria para siempre.
-Sabes en que estoy pensando, cielo? Las princesas tienen que tener un trono, un lugar donde sentarse majestuoso y alto, hermoso como ellas. Tengo una sorpresa, sigueme.
Te acuerdas? Juntos recorrimos la alameda. Pasear agarrada a ti bajo las sombras de los arboles, oyendo el agua y los patos y a los niños jugando despreocupadamente era por aquel entonces un ejercicio que ventilaba mi espíritu. Cruzamos el quiosco y me lo enseñaste.
Nunca me había fijado en el y siempre había estado ahí.
Me pareció, aún sin saber nada de él, que no podrías haber encontrado un trono que hiciese más feliz a una princesa.
Era un banco de piedra, de aspecto antiguo, quizá tendría siglos. Era muy largo y su estructura semicircular parecía esgrimir una sonrisa pícara. Sus gravados denunciaban su procedencia barroca. Las hojas doradas se apoyaban en el, haciendo la función de cojines naturales y espóntaneos.
- Es precioso_susurré.
- No digas nada. Siéntate en esa esquina y apoya la cabeza en sus brazos. Tienen un mensaje y una historia que contarte.
Divertida, me senté.
Tu hiciste lo mismo en la otra esquina. Te sentía lejos.
Cerré los ojos y escuché, asombrada, un dulce susurro que venía directamente del banco.
-Toma tu trono princesa. Siempre que vuelvas, intenta escuchar de este mágico banco los te quieros de tu caballero.
Me reí. El banco tenía una acústica extraordinaria, que había sido usada por enamorados de todas las épocas.
Pero dudo que muy pocos hubiesen sabido impregnarlos de esa magia que tu le diste.
Volvimos taaantas veces!
Ese banco fue testigo de mil besos, de te quieros, de horas sin decir nada en las que tu me acariciabas el pelo y yo miraba tus ojos verdes. Los tres nos uníamos en una perfecta armonía.
El resto del mundo no tenía importancia.
Ese mágico portal para el tiempo y nuestro ritmo de vida.
Todo eso pasó.
Mírlalo, ahí está nuestro rincón, estéril, inútil, vacio.
Parece abandonado, sucio.
La piedra se ha vuelto fría.
Solo ahora comprendo que la magia no estaba en el banco, sino en quien lo llenaba.
La piedra siempre ha sido fría, inerte.
Lo miró y las lágrimas amenazan con hacerme quedar en ridículo.
Pasé en el tiempos de completa paz, pero están acabados.
Nuestro amor tiene tanta vida como el material de ese banco.
Y sin embargo, esta princesa aún a veces se vuelve a sentar en su trono y vuelve a pegar la cabeza.
Estaré loca, pero el otro día me pareció que el banco me susurraba con una voz rasgada y melodiosa las tres palabras que, entonadas de la forma correcta, componían la canción que siempre me gustó escuchar:
<
3 comentarios:
"te quiero princesa"
esas eran las tres palabras del banco.
lo cierto es que yo tambien he vuelto a visitar ese rinconcito nuestro. Pero un trono sin princesa es solo un asiento inutil.
El fuego de nuestro espiritu le dio sentido. No fui yo solo.
Siempre me encanto tu forma de dejarte fascinar. Yo tambien vuelvo a recordar aquella maravillosa tarde durante muchas noches. Me encantó verte sonreir con los ojos, ver como reaccionabas, como disfrutabas con mi sorpresa.
No es solo un banco de piedra: es el escenario donde se llevo a cabo una hermosa historia. Me gustaria volver a continuarla, me gustaria volver contigo a ese banco...
Alli te esperare, hasta que decidas volver a rendirte a la magia. Vuelve a visitar tu reino, princesa, aun no está perdido.
Te amo.
www.anticlericales.blogspot.com
el verdadero reino perdido!
Hola, te encontré en lo de Maria Amelia y como soy cirioso entré a tu blog y lei tu historia que me gustó muchisimo...seguiré leyendo los post anteriores.
te dejo un abrazo.
Publicar un comentario